Una ráfaga de aire
invade mi espacio vital. Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir. Se me llenan los
ojos de arena. Me los froto con cuidado, para no hacerme
demasiado daño. He venido a la playa para desconectar un poco de todo. Y creo que, la
playa, es el mejor lugar para desaparecer unos instantes. Sí, es invierno pero,
la verdad, a esta hora no se está nada mal. Recorro mi mirada por el inmenso
horizonte, allí dónde sé que hay más vida, más gente y, seguro que más
problemas. Una ola me moja los pies. Noto el agua fría y un poco de sal entre
mis dedos. Me aparto un poco. Y entonces el corazón me da un vuelco al recordar
justamente hace un año. Todo era perfecto, no podía pedir más. Otra ola mezclada
con una ráfaga de aire. Esta me revuelve el pelo con furia y me lo despeina.
Recuerdo sin dolor. Diciembre y enero son el centro del recuerdo. Lo recuerdo
con una sonrisa mezclada con un sentimiento de nostalgia. Y como siempre,
aparece febrero. Una llamada de teléfono
dolorosa que huele al final. Sí, como me lo temía era un final. Y definitivo.
Terminó con un ‘’adiós, te quiero’’ seguido de otro ‘’adiós, yo también te
quiero’’. Por favor, que venga una ola, o una ráfaga de viento. Si no, está lagrima que amenaza con salir se perderá en el
inmenso mar y no, no quiero. Un extraño sabor de alegría me invade al recordar
el apoyo que tuve en ese maldito mes de febrero. Más aire y con él la pena de
no tener ese apoyo ahora. Definitivamente la lágrima cayó en el mar. No la
podré recuperar. Tampoco podré recuperar a la Laura del año pasado. Puede
que queden algunos restos de aquellos días. Pero no será la misma. Quizás, gracias a esa casi morena, podrá recuperarse después de la
nostalgia de este día. Sólo quizás. No quiero tener que volver a perder ni a
ser ‘’esa chica con la que todo el mundo juega’’. La verdad es que me di en la
cara con la realidad. Y sí, me hice daño. Corro por la playa. No quiero tener
que volver a pisar las mismas huellas de antes, esas que dejan un sabor tan
amargo. Pero de repente me paro. El recuerdo de un sueño. No era él sino otro.
Un perfecto desconocido que me cogía de la mano. Me decía que me quería, que la
razón de esa sonrisa tan bien pintada era yo. Luego, yo me emocionaba. Y me
sentía feliz al igual que me sentía feliz con él. Puede ser una tontería, pero
ese sueño me marcó mucho. Sé que soy joven y que me queda toda esta vida por
delante. Pero no puedo evitar sentir que desde hace un año no he vuelto a
querer. Tan sólo he vuelto a escribir sobre esto. Una y otra vez. Bolígrafo en mano y hojas blancas
ansiosas por ser escritas. El problema es que, al igual que esa pareja que se
quieren y que tienen una historia, yo no tengo ninguna. Y estoy ansiosa por
tenerla. Caminando por la playa me encontré con tu sonrisa. Sí, es bonita, más
bien preciosa. Pero no es la única. Estoy segura de que me encontraré con
millones y millones de sonrisas más. Como esta que viene hacía mí junto a unos
ojos café claro.
[Tan sólo ha sido un sube y baja de emociones.]
*Laura ha vuelto. Sólo necesitaba desconectar.