Una foto gastada por el tiempo y
un par de lágrimas saladas era todo lo que veían sus ojos. Estuvo evitando ese
momento todo lo posible pero le era imposible alejarse más del recuerdo. Dos
años pasaban ya desde la primera vez que su corazón tuvo que pasar por
urgencias y mucho más de dos desde que se enamoró por primera vez. Olivia, la
escribe cartas, miró su reloj, aquel en el que un día marcó la hora perfecta.
Acababa de pasar el ecuador. Ya eran más de 730 días extrañándolo, opacada casi
cada día por su sonrisa y con un nudo en la garganta que cada día crecía más y
más.
Se secó la tímida lágrima
mezclada con un poco de rímel y respiró hondo. Abrió el paquete y su naufragio
fue peor que el Titanic. Más fotos de ellos dos, más cartas, más besos
escondidos, más sonrisas, más emociones de todo tipo, más días, más de todo;
pero sólo de ellos dos. Respiró hondo una, dos, tres, más de cuatro veces para
intentar serenarse. Pero no, le era imposible. Sorbió un largo trago de café y
volvió a la carga.
Dejó que sus ojos lloraran todo
lo que tuvieran que llorar en cuanto sus manos ansiaron volver a tenerlo
mientras husmeaba sus días más felices. Todavía
sentía su cálida boca en su oreja susurrándole que la quería y sus grandes
manos que la hacían sentirse pequeñita. Olivia miró con atención su rostro dos
años más joven. Se veía feliz, con ‘’dosis de felicidad aumentada’’ como lo
llamaba ella. En algunas de las fotos se le dibujaban pequeñas lágrimas entorno
a los ojos; era por él porque la hacía reír hasta llorar. Ahora se miraba al
espejo que tenía enfrente de su cama. Ni mucho menos era la misma de antes.
Tenía sus días más o menos felices, pero no había vuelto a ser querida desde
entonces. Y, ni mucho menos, a amar de esa forma tan extrañamente loca.
¿Dónde quedaron esas cartas de
amor que siempre se quedaban por el camino? ¿Por qué no volvían? ¿Por qué no
tenían otro remitente, otras palabras? ¿Por qué? Esas cartas que un día la
hicieron sonreír ahora sólo la hacían llorar de la rabia por contener tantas
mentiras. ¿Por qué no la protegió como decía en todas las cartas? ¿Por qué no
duró para siempre como los dos decían? Siguió mirando las fotos y se preguntó
si algún día volvería a querer a alguien como lo quiso a él, si alguien la
querría, si alguien la haría feliz. Suponía que la respuesta era un sí pero no
las tuvo todas consigo. Era duro pasar cada día esperando encontrar a algún
rostro nuevo en cualquier banco, cualquier calle, cualquier supermercado y no
ver más que caras conocidas y gastadas por el tiempo.
¿Y si no podía volver a querer?
¿Y si se quedaba estancada, como cuando no sabes que jugada será la próxima de
tu rival en ajedrez? No, no y no. Se negaba en voz alta. Tenía que volver a
amar, es imposible estar enamorada de la misma persona durante toda la vida sin
ser correspondido. Pero ya eran dos años y la magia del amor no miraba hacia
ella. A lo mejor todo era una mentira y el amor sólo era un juego más, uno
dónde había un ganador y un perdedor, nada más.
Un mensaje alteró a Olivia hasta
querer arrancarse los pelos. Era él. Otro naufragio muchísimo más grande que el
Titanic de antes acudió a sus ojos. ‘’¿Me pasas los deberes?’’ Como una
bombilla rota que se acaba de encender, lo entendió todo. ‘’No, nunca más’’ le
respondió. Con aún el rímel esparcido por toda la cara y el moño medio caído,
salió a la calle.
Olivia, la escribe cartas, había
vuelto al firmamento pisando fuerte. Tan fuerte que se llevó por delante a
algunos corazones; unos perdedores, otros ganadores.
(Desaparecer del blog o ir entrando de poco en poco. Lo siento.)
*Laura.