Miro al cielo y sigo teniendo
cara de tonta. Tranquilo, ninguna de las veces anteriores ha sido por ti y,
ésta, no va a ser menos. Me acabo de dar cuenta de que es por mí. Mi sonrisa no
pertenece ni depende de nadie. Mi felicidad es sólo mía. Hay alguna nube en el
cielo pero sé que están aquí para dar paso a un azul e infinito cielo. Suena música
por todas partes pero sólo una melodía me queda grabada en mí. ‘Here comes the
sun’. No sé de qué me suena pero la canto. Ha salido el sol y el infinito cielo
azul quiere que baile sobre él. Infinito. Me gusta esa palabra. Pero no el
infinito de ‘para siempre’, no. Su sonrisa infinita, mi felicidad infinita, el brillo
del mar infinito… ¡Ah! ¿no te lo he dicho? Nuevas historias han comenzado y sé
que a mi imaginación le faltan muchas historias nuevas que crear. Quizás no es
como yo me lo esperaba pero, la gente, suele entrar sin permiso, sin esperar un
‘no, no puedes pasar’. Hay determinados momentos en la vida en los que sientes
que, si cambiaras algo, por muy pequeño que fuera el cambio, esos momentos
dejarían de ser mágicos. Hay determinados momentos en los que sientes que nada
ni nadie podría hacerte más feliz de lo que ya eres. Pero, toda esa magia, toda
esa felicidad la he creado yo. Nadie ha tenido que pasar enfrente mío para que
sintiera mágicas mariposas revoloteando por mi estómago ni nadie ha tenido que
contarme un chiste malo para que me ría. He sido yo. Una suave brisa acaricia
mi pelo y sé adónde me quiere llevar: la llaman felicidad infinita y creo que
me quedaré ahí un buen rato.
Cada amanecer es la promesa de
nuevas sonrisas. Y ahora sé que todos las convertimos en magia al
recordar un momento feliz.
*Laura