-¿Estarías dispuesta a cruzar el
mar a nado por mí?
-¡Claro que sí! Y lo sabes…Pero,
por favor, no te vayas –un sollozo salió de su pecho amenazando tormenta.
-Entonces déjame que me vaya y,
después, ven a por mí –él sabía de sobras que Katy nunca haría eso.
Después de un interminable
silencio, Katy pronunció otra vez:
-No te vayas… -fue un susurro,
apenas se oyó.
‘’A eso se le llama dependencia’’
pensó él. Está claro que no la quería dejar sola en este país, sin dos brazos
para consolarla pero sabía que si se quedaba acabaría todo peor. Más vale un
corte de raíz a que la rosa se vaya marchitando día a día. Ese viaje al
extranjero era la mejor oportunidad para dejar las cosas en su sitio. La había
querido, más de lo que un día pudo imaginar, pero estaba claro que no estaban
hechos el uno para el otro. Él, apasionado y valiente buscando la felicidad en
cada esquina no contrastaba con ella, salvaje y emotiva desprendiendo belleza
por todas partes.
-Katy debo tomar este vuelo en
cinco minutos. No lo hagas más duro para mí. Te quiero, pero los polos opuestos
no siempre se atraen.
-No, no, ¡no! Debes quedarte,
sabes que juntos podemos solucionarlo, es cuestión de tiempo.
-¿Más tiempo? Llevamos más de 10
meses así, se me está haciendo muy pesada esta historia. Tengo que irme, se
está haciendo tarde. Te deseo lo mejor –y se alejó, así, dejándola sin nada,
sin ese buenos días cada mañana, sin esa llamada en el momento justo, sin todas
las caricias que la hacían estremecerse. Pero todo esto, Katy, ya lo sabía.
Sabía que algún día él se iría de repente y que le dolería pero que más tarde
lo superaría. Es la misma historia de siempre pero con sonrisas diferentes.
-Yo también te deseo lo mejor –le
dijo aunque él no la pudiera escuchar. ‘’Aunque fuera uno más lo he querido
demasiado como para no desearle que sea feliz con alguien más’’.
*Laura.